Cada vez es más frecuente leer o escuchar que el TLP o Trastorno Límite de la personalidad no tiene cura, que lo mejor a lo que se puede aspirar es a una mejor gestión de los síntomas. Con lo que se confunde una enfermedad crónica, es decir que se padece a lo largo de mucho tiempo, con una enfermedad infinita e incurable, lo que sume a las personas con ese diagnóstico en una desesperanza que es ya parte de sus síntomas. Pero ¿esto es cierto?

Así podemos leer en un artículo del Huffington post que “cuando hablamos de trastorno de personalidad, no es apropiado hablar en términos de ‘curación’. El objetivo es lograr una disminución de la intensidad de los síntomas y de la interferencia de éstos en la vida del paciente.”

O casi las mismas palabras en una web del CAT de Barcelona:

“El concepto de curación en el TLP hace referencia a conseguir una disminución de la intensidad de los síntomas y de la interferencia que pueden tener en las diversas áreas de la vida, llegando a conseguir una  mayor estabilidad y autonomía.”

Claro que una mayor estabilidad y armonía y una menor interferencia de los síntomas en la vida cotidiana son objetivos deseables pero ¿por qué conformarse con ellos?

Si profundizamos más encontramos una verdadera “ideología” psiquiátrica.

En un artículo llamativamente titulado “Vivir con el trastorno límite de personalidad, un problema mental grave y crónico” (es decir vivir con él, no resolverlo) puede leerse:  “Sobre si existe una curación total para el TLP, el doctor en Psicología (Álvaro Frías, en ‘Vivir con el trastorno límite de la personalidad. Una guía clínica para pacientes’ ) destaca que, no sólo en este trastorno, sino a nivel general en salud mental, “el concepto de cura no existe”. El objetivo en estos casos es la máxima estabilidad posible y ahí es hacia donde se enfocan todos los tratamientos, que las personas se conozcan, vigilen qué les afecta más, los momentos de crisis, y la evolución de la enfermedad”.

Pero ¿es inevitablemente así? ¿Toda enfermedad mental es incurable? Nuestra experiencia clínica es contraria a esta conclusión

Criterios diagnósticos del TLP según el DSM V (Manual diagnóstico de la Asociación de Psiquiatría Americana).

Para diagnosticar Trastorno Límite de la Personalidad es necesario que se cumplan al menos 5 de los siguientes criterios diagnósticos

1. Esfuerzos desesperados para evitar el desamparo real o imaginado. (Nota: No incluir el comportamiento suicida ni de auto-mutilación que figuran en el Criterio 5.)

2. Patrón de relaciones interpersonales inestables e intensas que se caracteriza por una alternancia entre los extremos de idealización y de devaluación.

3. Alteración de la identidad: inestabilidad intensa y persistente de la auto-imagen y del sentido del yo.

4. Impulsividad en dos o más áreas que son potencialmente auto-lesivas (p. ej., gastos, sexo, drogas, conducción temeraria, atracones alimentarios). (Nota: No incluir el comportamiento suicida ni de auto-mutilación que figuran en el Criterio 5.)

5. Comportamiento, actitud o amenazas recurrentes de suicidio, o comportamiento de auto-mutilación.

6. Inestabilidad afectiva debida a una reactividad notable del estado de ánimo (p. ej., episodios intensos de disforia, irritabilidad o ansiedad que generalmente duran unas horas y, rara vez, más de unos días).

7. Sensación crónica de vacío.

8. Enfado inapropiado e intenso, o dificultad para controlar la ira (p.ej., exhibición frecuente de genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes).

9. Ideas paranoides transitorias relacionadas con el estrés o síntomas disociativos graves.

Con esto resulta claro que si mediante un tratamiento psicoterapéutico (con o sin medicación, dependiendo del caso y la persona) los síntomas se reducen a 4 o menos, deja de cumplirse el criterio diagnóstico y podemos decir que la persona ya no cumple los criterios y no puede ser diagnosticada de TLP.

Y esto ocurre muchas veces en nuestra experiencia clínica

El gran inconveniente de la psicoterapia de pacientes diagnosticados con TLP

La experiencia clínica nos demuestra que muchos síntomas pueden llegar a suprimirse y otros a atenuarse y gestionarse mejor.

El gran inconveniente de estas psicoterapias es que siendo el TLP un trastorno de personalidad crónico de larga evolución requiere un largo tiempo de psicoterapia (de uno o dos años mínimo, lo que no quiere decir que los efectos terapéuticos no puedan verificarse antes, incluso desde el comienzo) y compromiso y regularidad por parte del paciente. Y los pacientes con TLP suelen ser impacientes y abandonar sus terapias al poco tiempo o ante la primera recaída.

Por eso, después de una larga experiencia, hemos optado por la Psicoterapia Focalizada en la Transferencia (PFT) que en todos los estudios ha demostrado una menor tasa de abandonos.

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