¿Cuándo hablamos de personalidad y cuándo de trastorno?: Los rasgos de personalidad son propios de cada persona y no son tratables ni tienen necesidad de serlo. Sólo tiene sentido hablar de trastornos, y tratarlos, cuando ciertos rasgos de experiencia interna y conducta comportan malestar para la propia persona o perjuicios para terceros.

Esto, que parece una obviedad, merece una reflexión. Lo único que justifica nuestra intervención en la subjetividad es el sufrimiento soportado por la persona, y eso mismo nos da una gran responsabilidad: trabajamos con el sufrimiento humano, y no debemos olvidarlo nunca.

Los trastornos de personalidad no son considerados los más graves de los trastornos clasificados en los manuales, pero son algunos de los que más sufrimiento y dolor causan. Cuando aceptamos a una persona en nuestra consulta nos comprometemos con ella a ofrecerle un tratamiento que alivie su sufrimiento. Sin duda toda psicoterapia atraviesa momentos que no son gratos para el sujeto paciente, es nuestro deber garantizarle que estos momentos tienen un sentido, que están dirigidos al alivio de sus síntomas y, en definitiva, a su curación.

Los trastornos de personalidad

Los rasgos de personalidad son los modos habituales en que una persona piensa y se relaciona con las otras y consigo misma.  Sólo hablamos de trastornos cuando estos rasgos

A – Se alejan marcadamente de los esperables en el medio cultural del sujeto y se manifiestan en forma perjudicial en los pensamientos, afectividad, relaciones interpersonales y/o control de impulsos. (Este rasgo de perjuicio es fundamental porque, de lo contrario, cualquier persona que disintiera con su medio podría ser diagnosticada de un trastorno de personalidad).

B – Estos rasgos son persistentes e inflexibles y se extienden a un amplio espectro de situaciones personales, interpersonales y sociales.

C – Provocan un malestar significativo en la persona y deterioro social, laboral o en otra área de actividad significativa para el sujeto.

D – Su inicio se remonta a la infancia, adolescencia o principio de la edad adulta (aun cuando hayan sido diagnosticados mucho más tarde). Aunque el trastorno en sí puede desencadenarse a partir de un acontecimiento vital, como puede ser la pérdida de una persona que le brindaba una estabilidad significativa, en casos de separación o viudez, o de una situación social que también cumplía una función  estabilizadora (por ejemplo, pérdida del trabajo), se supone que en una cuidadosa anamnesis clínica surgirían indicadores de la presencia previa del trastorno.

E – No es consecuencia de otro trastorno mental

F – No es debido a los efectos de una sustancia (droga o medicación) ni a una enfermedad médica.

Los rasgos de personalidad patológicos son permanentes, no ocasionales o como respuesta a situaciones específicas o estados mentales transitorios (p. ej. depresiones, manías, ansiedad, intoxicación por sustancias, que pueden producir síntomas muy similares, por lo que no es conveniente realizar un diagnóstico de trastorno de la personalidad en esos momentos). Al contrario, los rasgos de personalidad son persistentes en el tiempo y se manifiestan en situaciones diversas.

Pero poseer ciertos rasgos de personalidad no implica padecer un trastorno de personalidad. Por ejemplo, una persona puede tener rasgos histriónicos de personalidad y no padecer un trastorno histriónico de la personalidad.

El DSM (Manual diagnóstico de la Asociación de Psiquiatras Americanos) divide los trastornos de personalidad en 3 grupos

Grupo A: “sujetos que suelen parecer raros o excéntricos”. Hay que tener mucho cuidado con esta definición, porque no todo sujeto raro o excéntrico padece una enfermedad mental. Incluye los trastornos paranoide, esquizoide y esquizotípico de la personalidad.

Grupo B: sujetos dramáticos, emotivos e inestables. Incluye los trastornos antisocial, límite, histriónico y narcisista de la personalidad.

Grupo C: sujetos ansiosos o temerosos. Incluye los trastornos por evitación, por dependencia y obsesivo – compulsivo de la personalidad.

El trastorno antisocial de la personalidad es más frecuente en varones, por el contrario, los trastornos histriónico, límite y por dependencia son más frecuentes en mujeres, pero ninguno es exclusivo de uno de los dos géneros.

El trastorno antisocial y el trastorno límite de la personalidad suelen atenuarse o remitir con una psicoterapia iniciada a tiempo, otros, como el trastorno obsesivo – compulsivo o el esquizotípico, son más resistentes, lo que no quiere decir que no sean tratables y modificables.

Los trastornos de personalidad pueden ser difíciles de diferenciar de otros trastornos mentales

Los trastornos paranoide, esquizoide y, sobre todo, esquizotípico de la personalidad pueden desembocar en una esquizofrenia, pero en la mayoría de los casos ésta no se desencadena nunca.

El trastorno de personalidad por evitación está en el espectro de la fobia social.

Pueden encontrar en nuestra web artículos sobre el trastorno límite, el trastorno histriónico y el trastorno obsesivo – compulsivo de la personalidad. Sobre otros trastornos de la personalidad nos explayaremos en futuros artículos.

Tratamiento:

 La característica común a todos los trastornos de personalidad es que requieren un tratamiento psicoterapéutico, con o sin la ayuda de medicación, que debe estudiarse caso por caso.

Los rasgos egosintónicos de personalidad, es decir, aquellos que la persona considera propios de su forma de ser y que no le causan mayores conflictos, no se resuelven en una psicoterapia ni tendrían por qué hacerlo, excepto que produzcan conflictos con personas significativas en la vida del sujeto. Las psicoterapias tratan fundamentalmente  los rasgos egodistónicos, aquellos que efectivamente le producen malestar y están en conflicto con cómo la persona querría ser o reaccionar.

Una advertencia:

Nuestra prolongada experiencia nos ha enseñado a ser cautos respectos de los diagnósticos. No sólo porque éstos pueden evolucionar a lo largo de una cura, sino porque los problemas se producen en seres humanos concretos y complejos, en los que pueden coincidir rasgos de personalidad de distintos diagnósticos y distintos grupos, y  producirse modificaciones a lo largo de las psicoterapias o espontáneamente. Nosotros trabajamos con personas, seres humanos únicos e irrepetibles, no con rígidos diagnósticos. Una psicoterapia centrada exclusivamente en los diagnósticos sintomáticos podría llevarnos a dejar de escuchar y percibir la queja particular y el malestar individual de cada una de las personas que nos han confiado su tratamiento y su cura.  Por eso la psicoterapia debe ser personalizada, respondiendo a las necesidades específicas de cada sujeto concreto.

Este artículo ha sido redactado por profesionales con más de 25 años de experiencia en el sector de psicología y psiquiatría. Tenemos gabinetes en Majadahonda y Madrid Centro. Si tienes más dudas o deseas consultarnos algo llámanos al 607 99 67 02 o escríbenos a info@persona-psi.com