(Conferencias para docentes de integración de un Colegio de Vallecas)

UNA FAMILIA CON UN NIÑO ENFERMO

Una familia con un niño enfermo es, ante todo, una familia. La estructura que hemos descrito es tan válida para ella como para cualquier otra. Ahora bien, un niño enfermo hace impacto en una familia, con riesgos muy precisos:

1) El niño enfermo puede ocultar toda otra falla en la familia. Todos los males que haya en ella pueden serle achacados a su enfermedad (que es, sin decirlo, culpar al niño).

Esta familia puede boicotear todo cambio en el niño, resistirse a todo progreso; ya que cualquier mejora en el niño pondría en riesgo todo el edificio de la familia que él, con su enfermedad, sostiene. Si, a pesar de sus problemas, el niño se vuelve menos problemático, puede descorrer el velo (telón) que oculta el resto de las dificultades de la familia.

Esas familias suelen presentar un pasado familiar ideal, antes de la enfermedad del niño, sin conflictos, sin dificultades. Esto sólo debería bastar para desconfiar, para sospechar qué lugar ocupa ese niño en la estructura familiar.

Si el niño mejora, es probable que lo cambien de colegio.

2) La familia puede tratar de expulsar al niño enfermo para recuperar, idealmente, el equilibrio familiar que este niño, o su enfermedad, han venido a alterar.

Una familia así se desentenderá del niño e intentará cargar todo su peso sobre educadores, terapeutas, médicos. Si ellos no tienen la culpa, no tienen porqué cargar con eso (Caso Corina).

3) Por el contrario, otra familia, o algunos de sus miembros (en general, la madre), puede centrar toda su atención en ese niño (que es otra forma de obtener otras dificultades).

Puede ser reivindicativa, reclamar contra las injusticias que se cometen contra su hijo por parte de sus compañeros, de los docentes, etc.

Muchas veces sus quejas serán justificadas; pero, con razón o sin ella, buscarán culpables fuera para ocultarse a sí mismos la culpa inconsciente que ellos sienten, ya sea por la enfermedad del niño, ya sea por su falla al socorrer a sus dificultades (y, la verdad, cuando la enfermedad o la minusvalía son graves, ¿quién puede dar la talla?).

4) Otras familias se disgregarán, buscando los culpables dentro, culpándose mutuamente el padre y la madre por la enfermedad del hijo, ya sea reprochándose antecedentes familiares, o un descuido que posibilitó un accidente, o que el otro no colabora en el cuidado del niño.

En fin, hay muchas respuestas posibles. Lo difícil es que una familia lo haga todo bien.

Pero, como estas fallas repercutirán sobre el docente o el terapeuta a cargo, que ya bastantes problemas tienen con el niño, puede ser útil un buen diagnóstico de la estructura familiar y del lugar que el niño ocupa en ella.

Para eso podemos utilizar diversas herramientas:

1) Estructura espacial de la familia:

Podemos pedir que nos faciliten un croquis de la casa y el lugar que cada uno de los miembros de la familia ocupa en ella.

Esa distribución geográfica reproduce una distribución psíquica. Por ejemplo, el niño puede estar segregado, apartado, en “el cuarto de atrás”.

Más probable es que, al contrario, esté demasiado próximo al dormitorio de los padres, como para permitir toda intimidad conyugal.

También podemos observar el lugar que cada uno ocupa en la entrevista familiar.

2) Estructura temporal:

¿Con quién pasa el tiempo el niño cuando no está en el colegio?. ¿Cómo es un día habitual de esa familia? ¿Qué hacen los fines de semana?.

Son preguntas sencillas, que no demandan de la familia más que una información que ellos conscientemente conocen.

De nada valdría preguntarles qué lugar imaginario, o qué lugar simbólico, ocupa el niño en la familia, y, sin embargo, señalando los lugares geográficos que ocupa el niño, la distribución que cada uno ocupa del espacio de la casa, podemos averiguar mucho sobre el lugar simbólico de ese niño en la estructura familiar.

Lo mismo sucede respecto de la temporalidad.

Pidiendo una mera descripción produciremos menos resistencia, los pondremos menos a la defensiva, que preguntando directamente cuánto tiempo dedica cada uno al niño enfermo.

Y, sin embargo, las respuestas nos dirán mucho. ¿Participa el niño del tiempo compartido por la familia? ¿Comparten con él el tiempo de ocio? ¿Suele suceder que dediquen mucho tiempo al niño entre médicos, estudios, actividades relacionadas con su enfermedad, docentes especiales; y que, en cambio, no compartan con él un tiempo de esparcimiento.

Con lo que el niño se representa a sí mismo por su enfermedad, ya que sólo ella merece el tiempo de los otros. Es esencial para un niño enfermo, como para cualquier niño, compartir un tiempo de placer, vivirse también como objeto de placer para los otros, y no sólo como objeto de la medicina).

3) Subjetivación de la familia:

Podemos también pedirle a cada uno que haga un gráfico de la familia (si hay miembros pequeños, un dibujo).

Podremos ver si alguno (sobre todo el niño) incluye en la familia figuras significativas que no cuentan los otros (una asistenta, una enfermera, un vecino, un abuelo, etc.) o, por el contrario, excluye a otros.

Podemos ver también en qué orden ubica a los miembros de su familia, a quién menciona en primer lugar y a quién en último. Si el padre está presente, en qué grado (esto se combina muy bien con el esquema temporal).

También en qué orden lo ubican los otros a él. Allí, en las representaciones por dibujos o esquemas, al igual que al hablar, pero más gráficamente, los lugares representan otros lugares simbólicos, los propios de la estructura familiar, así como el reflejo y la distorsión de esta estructura en la imagen que ha formado cada uno.

4) Árbol Genealógico:

Podemos remontarnos más atrás y pedirles un árbol genealógico, donde aparecerán abuelos y otros parientes míticos. Si hacen un pequeño comentario de cada uno, aparecerán otros elementos imaginarios: otras enfermedades que fantasmáticamente se relacionan en el inconsciente con la que padece el niño.

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¿Y para qué sirve todo esto?.

Para poder, por un lado, hacer sugerencias directas, que puedan descomprimir la familia. Como, según el caso, que, sin necesidad de modificar el tiempo que se dedica al niño, éste no sea sólo tiempo de trabajo sino también de ocio, de placer. O sugerir que el padre comparta ciertas actividades con el hijo. O que el niño no duerma tan cerca de los padres (sobre todo si comparte el dormitorio, etc.).

Creo que estas herramientas: espacio y tiempo
familiar, figuración de la familia y árbol genealógico, pueden ser útiles para saber con qué familia estamos tratando y cuál es su problemática.

Este artículo ha sido redactado por profesionales con más de 25 años de experiencia en el sector de psicología y psiquiatría. Tenemos gabinetes en Majadahonda y Madrid Centro. Si tienes más dudas o deseas consultarnos algo llámanos al 607 99 67 02 o escríbenos a info@persona-psi.com