Trastorno bipolar tipo I

Durante mucho tiempo la medicina psiquiátrica desarrolló una fina descripción de los cuadros clínicos que se le presentaban, pero carecía de herramientas para tratarlos.

Así ocurrió con la Psicosis Maníaco Depresiva (hoy llamada Trastorno Bipolar Tipo I), una enfermedad episódica que alterna episodios maníacos y episodios depresivos o melancólicos, con intervalos libres de síntomas

Los episodios maníacos se caracterizan por un estado de ánimo eufórico y un sentimiento de omnipotencia, negando los obstáculos que la realidad impone al cumplimiento de sus deseos. Uno de los rasgos más característicos es la fuga de ideas: verbalizaciones rápidas, con saltos de una idea a otra, sin poder centrarse en ninguna de ellas.

En este estado los sujetos afectados actúan con gran impulsividad y suelen incurrir en conductas de riesgo, gastos desmedidos, etc.

Muchos autores consideran a la manía un rechazo de los sentimientos depresivos que caracterizan a estas personas.

Los episodios maníacos suelen resolverse en episodios depresivos intensos en los que, todo lo contrario al estadío anterior, los sujetos se sienten miserables, carentes de todo valor, verdaderos deshechos. Los episodios melancólicos son muy intensos y con un alto riesgo suicida.

 

La melancolía y la manía son enfermedades ya descriptas por los antiguos griegos, el ciclo alternante de ambas en una única enfermedad es conocido desde el siglo XVII, y la moderna medicina psiquiátrica describió el cuadro clínico con finura y precisión a fines del siglo XIX.

Pero no se contó con un medicamento eficaz en la manía hasta 1949, con el descubrimiento del carbonato de litio. Posteriormente se incorporaron neurolépticos al tratamiento y, más recientemente, se descubrió que ciertos anticonvulsivantes tenían eficacia como estabilizadores del estado de ánimo, tanto en el momento maníaco como para prevenir recaídas.

Varios inconvenientes persisten:

Primero: en los episodios maníacos el vertiginoso aumento de la estimación de sí mismo y las ideas de grandeza pueden desembocar en ideas delirantes, así como la irritabilidad y el recelo pueden dar paso a ideas delirantes de persecución. Por otra parte, la fuga de ideas y la logorrea pueden dar lugar a una falta de comprensibilidad del lenguaje. Estos síntomas psicóticos pueden hacer que la manía se confunda con otra enfermedad, la esquizofrenia por ejemplo.

Segundo: el primer episodio maníaco puede producirse en cualquier momento a lo largo de la vida, lo que, en ocasiones, demora mucho el diagnóstico.

Tercero: muchos pacientes interrumpen la medicación llevados por su deseo de volver a vivenciar los momentos eufóricos propios de los episodios maníacos, pese a las terribles depresiones subsecuentes.

 

Hasta aquí el proceso sigue una determinada lógica: se cuenta con un cuadro clínico y se descubren medicaciones para tratarlo. Pero esta lógica se invierte cuando se producen nuevos descubrimientos farmacológicos. Así ocurre que los llamados estabilizadores del estado de ánimo muestran eficacia en personas que tienen episodios recurrentes de depresión sin antecedentes de episodios maníacos. Esto va a dar lugar al surgimiento del Trastorno Bipolar Tipo II.

 

Trastorno bipolar tipo II

Aquí también se trata de alternancia entre episodios con etapas libres de síntomas. Pero, mientras que para los episodios depresivos se sigue exigiendo que sean episodios de depresión mayor, los estados de ánimo elevados son episodios hipomaníacos.

La hipomanía es un estado de ánimo persistente elevado, expansivo, hiperactivo y/o irritable. Las personas en estado hipomaníaco tienen menos necesidad de dormir y descansar y son extremadamente extrovertidas.

Trastorno ciclotímico

Este trastorno consiste en la alternancia de episodios depresivos que no llegan a constituir una depresión mayor y episodios hipomaníacos con o sin épocas libres de síntomas.

Puesto que la mayoría de las personas tienen un estado de ánimo variable, el único criterio que tiene sentido para diagnosticar una ciclotimia es que los síntomas provoquen un malestar significativo o afecten a actividades importantes (trabajo, estudio, relaciones).

La gran dificultad de este diagnóstico reside en que es muy difícil diferenciar un estado de ánimo hipomaníaco de un estado de ánimo elevado normal. Corremos así el riesgo de, después de haber transformado la tristeza, toda tristeza, en una enfermedad: la depresión,  patologizar también los sentimientos de alegría.

Probablemente se trate de no privar a las personas que la necesiten de la medicación adecuada, pero sin por eso estigmatizarlas adjudicándoles un trastorno mental. Necesitar medicación psicotrópica no implica estar trastornado o ser un enfermo

 

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