Un artículo publicado por El Periódico en marzo de 2016 da algunos datos que pueden ser escalofriantes. Si bien los datos son de Catalunya podríamos hacerlos extensivos al resto del país.

El 45% de los adolescentes de 12 a 17 años que en 2015 ingresaron en la unidad de psiquiatría infantil y juvenil del Hospital de Sant Joan de Déu (HSJDD) -160 de un total de 360- mostraban una inquietante profusión de cortes auto-infligidos en los antebrazos, los muslos, el vientre o el tórax, heridas trazadas en batería, una tras otra, hasta reunir 15 o 20 cortes por tramo”.

Aunque no era ese el motivo de hospitalización no puede dejar de llamar la atención de psicólogos y psiquiatras. No sólo por la significativa proporción de pacientes que mostraban idénticas lesiones, sino porque todas seguían la misma pauta en el “diseño”.

Otro dato llamativo es que, si bien se conoce este fenómeno desde hace mucho tiempo, está aumentando vertiginosamente en los últimos 3 años, tomando como referencia los mismos centros hospitalarios.

No se trata de conductas suicidas porque son cortes epidérmicos, superficiales, que la peor complicación que pueden presentar es que se infecten. Tampoco todos los adolescentes o jóvenes con estás conductas cumplen con los criterios diagnósticos del trastorno límite de la personalidad (TLP) al que están frecuentemente asociadas. Ni podemos circunscribirlos a una extracción social determinada cierto nivel de estudios o una patología común.

Eso sí, en el 85% de los casos son mujeres.

EL DISEÑO DE LAS HERIDAS Y SUS INSTRUMENTOS.

Los trazos suelen ser horizontales, de 9 o 10 centímetros de longitud, separados unos de otros por 2 cms. o menos.

La diminuta hoja de acero afilado de un sacapuntas, un destornillador, una hoja de afeitar sin soporte, o las propias, uñas son las “herramientas” más frecuentemente utilizadas para rasgar la piel una y otra vez sobre la misma herida.

Con las uñas frotan hasta hacerse sangre. Se les forma una costra, que arrancan y remueven. Si la herida se les infecta, les deja marca y así forman cicatrices de hasta dos centímetros de ancho”, describe Anna Sintes, psicóloga clínica del Sant Joan de Déu.

No sabemos por qué está sucediendo esto, ni por qué lo que antes era un síntoma colateral de algunas alteraciones mentales ha pasado a ser un problema generalizado. Tenemos previsto iniciar un estudio sobre este boom de auto-lesiones para poder establecer una causa y una evolución”, dice la misma psicóloga en el artículo citado.

Cortarse la piel en zonas de epidermis resistente, como los muslos, o de alta sensibilidad, como el vientre, duele. ¿Qué encuentran estos jóvenes en el dolor auto-provocado?

Cuando me corto la angustia se me va, aunque sea durante cinco minutos”. “Cortarme me relaja”, “dejo de pensar”, “la ansiedad se esfuma durante un rato”…

IDENTIDAD A TRAVÉS DEL DOLOR

Calman un malestar emocional a través de un dolor físico.

Los adolescentes se nos están cortando porque han encontrado una vía para tranquilizarse de resultados inmediatos”, advierte Joaquím Puntí, psicólogo clínico del Hospital del Parc Taulí de Sabadell, en cuyo servicio son atendidos cotidianamente chicos y chicas con cortes corporales.

No soportan las frustraciones y ésta es la vía que han encontrado para defenderse del dolor psíquico que les producen.

Expresan la identidad que aún no sienten, porque a esa edad la están formando, en esos cortes superficiales del cuerpo”, señala la psicóloga Anna Sintes. “Lo que sería un proceso normal, la búsqueda de identidad, se convierte en una conducta anómala que genera imitación”.

Una búsqueda patológica de identidad

No podemos suponer que una conducta tan estereotipada se reproduce en jóvenes diferentes espontáneamente. En general la han adquirido por contagio de otros u otras con las que han compartido un ingreso o una psicoterapia grupal, o por imitación de modelos a los que han accedido por Internet u otras vías.

No hablan de eso con nadie, usan mangas largas o manguitos en verano para ocultar sus heridas. Pero muchas veces las auto-lesiones son expuestas en redes sociales. “Cuelgan las fotos rápidamente en Instagram o Whatsapp y dan lugar a un fenómeno contagioso de identidad colectiva”, prosigue la misma psicóloga.

Pueden escribirse con heridas en la piel del vientre palabras insultantes. “Gordaes la más frecuente. También el nombre del novio que las acaba de dejar o de la persona que las ha dañado. Ese auto-insulto grabado en el cuerpo parece apaciguar el torturante dolor psicológico.

Marta Fernández, psiquiatra infantil y juvenil en el hospital de día de la Fundació Althaia de Manresa declara en el mismo reportaje: “Cortarse es su forma de decir ‘estoy aquí’.

 

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