Marina Averbach
Luis Teszkiewicz
En los años cuarenta, el antropólogo Lèvi–Strauss convivió con tribus primitivas del Brasil para estudiar sus relaciones familiares . Descubrió allí que el sistema de parentesco está compuesto por dos sub–sistemas:
1º- El establecido por los nombres de las relaciones familiares (marido/mujer, padre/hijo, hermano/hermana, tío/sobrino, etc.)
2º- El de los afectos, desde el amor al odio, que se establecen entre sus miembros.
A cada nombre le corresponden afectos obligatorios y afectos prohibidos. Por ejemplo: un hijo debe amar a su padre y tiene prohibido odiarlo. Deber y prohibición que no necesitan ninguna ley escrita, ni humana ni divina. Imaginemos el absurdo de unas Cortes que pretendieran legislar los sentimientos.
En cuanto a la Ley de Dios (los diez mandamientos), se limita a establecer la obligatoriedad de honrar padre y madre, es decir, respetar y obedecer, no amar.
Existe otra ley, no escrita, que legisla los sentimientos: una ley que establece que no amar al padre es de mal nacido. Poco importa que esta ley sea de continuo transgredida, también lo son las leyes de las Cortes y las de Dios, quien odia a su padre sabe que este sentimiento está mal, y este saber señala la existencia de una ley. Es más, todo sujeto humano, en algún momento de su vida, consciente o inconscientemente, odia a su padre.
Cuando el padre castiga al niño, el niño lo odia, aunque ese odio no sea necesariamente duradero y esté atenuado por el cariño que, al mismo tiempo, siente hacia el padre. No es raro oír a un niño decir al padre te voy a matar o, más habitualmente, ojalá te mueras, que quiere decir lo mismo, sólo que el niño es consciente de su debilidad para acometer tan grande empresa (tan grande como grande es el padre, y pequeño el niño). Lo más probable es que reciba un cachete. Y, a fuerza de cachetes, aprende a callar.
Pero si el silencio evita el castigo paterno, no puede evitar el sentimiento de culpa. Como ese sentimiento no es placentero, aprende también a olvidar que lo ha pensado y, con el tiempo, a no pensar que lo piensa.
Tenemos así una ley que está en contradicción con la existencia humana: esta prohibido odiar al padre, pero hay veces en que odiar a los seres próximos es tan inevitable como amarlos.
La solución que encuentra el niño es la misma que la que, según Lèvi-Strauss, encuentra el hombre primitivo: los afectos forzosos, en este caso el amor, serán conscientes; y los prohibidos (el odio), inconscientes. Pero que sean inconscientes no quiere decir que no existan. Lo que una vez se pensó, ya no puede ser borrado; y el olvido no excluye la memoria, claro que inconsciente.
El problema de este olvido precoz es que lo que no es consciente no puede ser confesado, ni al confesor ni al padre, ni, lo más grave, a uno mismo. Y lo que uno mismo no se confiesa no puede perdonarse. Nadie nos dirá “ni venial el pecado”, ni “es normal odiar a los seres queridos, tan normal como amarlos”.
Mara: su hija puede odiar a su padre, lo que no debe es dejar de respetarlo.
Usted misma dice que su marido tiene conductas que justifican los sentimientos de su hija.
De cualquier modo, algunas entrevistas psicoterapéuticas podrían ayudar a su hija a elaborar internamente la relación con su padre y no verse dañada por sus propios sentimientos.
Qué puedo hacer?, mi hija de 16 años ha querido siempre con pasión a su padre, conforme ha ido creciendo ha ido viendo que su padre tiene un caracter muy dificil y que es imposible vivir con él, ahora se enfrenta a él y lo odia con todas sus fuerzas, sé que este sentimiento es dañino para ella, trato de inculcarle que lo acepte con sus defectos pero se pone mas furiosa, aunque mi hija lleve razón no quiero que odie a su padre, qué debo hacer yo como madre, estoy en en un callejón sin salida.
muchas gracias
María Teresa: usted ha tomado una decisión respecto de sus hijas, más o menos acertada (algo que nosotros no podemos saber porque desconocemos las circunstancias) pero, al parecer, meditada y responsable.
Sólo no olvide que ellas, aunque tengan “una figura materna… atenta con los niños”, no dejan de tener una madre biológica, y que algún día querrán saber de ella y de por qué renunció a su tenencia.
Sería bueno que se comunicara con ellas para desalentar fantasías, que casi siempre son peores que la realidad, y para que puedan respetarla por haberles dado la vida.
Les agradezco su respuesta. Me ha confortado mucho, ya que me quita un peso de encima. Me hace que me sienta menos culpable. Quizá el hecho de tener dos hijas que, por circunstancias no me ha sido posible educar, ya que viven con su padre (afortunadamente) y no con los míos, por doloroso que me resulte. Tengo la certeza de que entre lo malo y lo peor he escogido lo menos malo. Cierto que los niños necesitan una figura materna, pero ésta existe, y tengo entendido que se trata de una persona atenta con los niños. Mi hija está muy contenta actualmente. Se comporta bien y es muy aplicada en los estudios. Su desarrollo es normal. Me temo que de haber primado en mí el vínculo egoísta que de manera natural entiendo que se siente por los hijos, hubiera contribuído a perjudicarla más bien que a favorecerla. Como tiene una familia en el sentido pleno de la expresión, estoy bien. Me acuerdo mucho de ellas, pero creo que hice lo correcto.
Les agradecería que me dieran su opinión profesional en torno a este tema. Son mis hijas y me preocupan. En efecto, por fin Vds. mediante su artículo me han hecho ver que no tengo la obligación de querer a mis padres por ser mis padres, aunque sí de honrarlos y respetarlos, porque ellos me transmitieron la vida.
Muchas gracias. Un cordial saludo.
Atentamente,
María Teresa Gómez Solier 12.02.2009
María Teresa: es muy difícil vivir con un padre al que es imposible satisfacer. El amor, la dependencia y el saber absoluto que le atribuye al padre hace que el niño se sienta siempre culpable por no estar nunca a la altura del juicio paterno.
Es muy valioso que usted se haya decidido a afrontar el problema y recorrer el camino hacia su curación, y que haya encontrado la ayuda adecuada para hacerlo.
Esta página es maravillosa. Felicidades.
Respecto al tema, les comento que siempre he tenido problemas con esto, porque yo quería (aún los quiero) muchísimo a mis padres, y especialmente en el caso de mi padre, me ha causado desarrollar una personalidad y por tanto una conducta que, afortunadamente actualmente se encuentra en proceso de corrección, me han causado dificultades serias.
Desde pequeña mi padre ha sido la figura amada por excelencia. Siempre me decía cosas contradictorias. Si hacía lo que él decía, malo. Si no lo hacía, malo. Mi padre siempre ha sido una persona con un carácter contradictorio y antisocial. Mi mamá ha sido una persona pasiva. Cuando éramos pequeños mi hermano y yo papá nos comparaba con otros niños negativamente. A mamá y a mí nos insultaba por las noches. Para él todo el mundo es malo. Mamá y nosotros (mi hermano y yo) lo pasábamos muy mal. Mi hermano desarrolló una esquizofrenia. Yo sufro TLP. No creo que sea casualidad.
Sería estupendo que ampliaran esta información con más artículos relacionados con este tema. A la juventud les vendrá muy bien.
Gracias.
Esta página es bacán, siempre quise esta página ….